Carolina Sayago - Rocio Conil
Investigacion:
Hipótesis:
Explicar cómo irrumpe la sobre exigencia en el espacio de entretenimiento de os niños, entre 12 y 17 años en el ambiente del fútbol.
Conceptos: · Sobre exigencia ¿Qué espera el padre?
·Entretenimiento ¿Qué busca el niño?
Resumen:
El presente trabajo es motivado por nuestro fanatismo en el futbol y la falta de información y/o interés en un tema tan complejo como el mundo del futbol infantil, teniendo en cuenta el entretenimiento de los niños involucrados y todos los factores que influyen en su periodo hasta llegar a la profesionalización.
Éste ambiente a analizar pensamos que está pensado por adultos que no siempre toman en cuenta a los niños en sus características particulares para su realización.
Nuestro análisis se apoya en dos entrevistas a niños del ambiente, a un psicólogo del deporte y en el libro “La infancia hecha pelota” (2000), donde desarrollan la profesionalización y la mercantilización del futbol infantil y como semejante accionar deja en el camino a miles de chicos y sus ilusiones de algún día llegar a primera.
El gran crecimiento que tiene el fútbol infantil hizo que los torneos sean de más competición y como consecuencia de esto, se da que los chicos puedan tener la experiencia frustrante de descender de categoría, ser expulsados o directamente tener que buscarse un nuevo club. Los entrenamientos muchas veces no tienen en cuenta la etapa del desarrollo en la que se encuentran, con intensivos y extensivos y traen como consecuencia en aquellos que no se pueden adaptar, la expulsión o el abandono anticipado.
En nuestra opinión el abandono masivo se debe a que el juego, inicialmente comenzando como un entretenimiento compartido con otros chicos, se va convirtiendo con el paso del tiempo en una experiencia amarga y de poco disfrute a causa de las sobre exigencias de los padres, entrenadores, dirigentes y objetivos orientados exclusivamente a la obtención de victorias y ascensos de los niños y jóvenes a los equipos mayores.
Palabras Claves: Futbol infantil – Competencia – Sobre exigencia – profesionalización – entretenimiento – juego.
Lo que hasta hace un par de décadas era simplemente el entrenamiento obligado de los que no tenían otra distracción, hoy es casi el campo de batalla para los que sueñan con el éxito.
En la actualidad, el futbol infantil, está encaminado hacia la competencia. Competencia a la que llevan dirigentes, padres y técnicos, para la cual los niños no están preparados. Esto no quiere decir que cuando el niño juega, no compite; por el contrario, si lo hace, con el objetivo de ganar.
Los chicos se acercan al futbol por gusto y ganas de divertirse, esta predisposición del chico por jugar, no lleva más que eso, jugar.
A nivel infantiles, el niño juega, no compite. O mejor dicho, no le preocupa la competición, ya que son realidades ajenas al interés del niño. El entrenamiento compartido con otros amigos se va convirtiendo en una experiencia amarga debido a las presiones muy elevadas y con el objetivo exclusivo de obtener victorias y ascensos.
El futbol infantil no es un fin en sí mismo, tiene que ser un medio para empezar a formar a los chicos, h dejado de ser un juego, exigiéndole la seriedad y el rendimiento de un chico superdotado. La presión por el rendimiento deportivo del niño no es más que una prolongación existente en el futbol profesional.
En las tempranas edades la profesionalización hace que se traspase a los chicos los modos de trabajo y exigencia que se utilizan en los adultos, sin tener en cuenta la evolución física y afectiva de los niños.
Sin cargas psicológicas, ni tensiones por el resultado del juego, estas cargas con requisito indispensable cuando este juego se hacen deporte. Es acá donde la competencia y el chico ya han alcanzado la madurez psicológica para poder hacer frente a todo lo que esta competencia implica.
El trabajo del psicólogo en un equipo de futbol infantil permite ayudar al logro del mayor rendimiento posible a la hora de la competencia: esto es, potenciar y entrenar mentalmente aptitudes como la confianza, la concentración, la motivación y las presiones internas y externas, como así también ayudar a mejorar la relación entrenador, jugador, equipo.
El licenciado en Psicología Marcelo Roffe, psicólogo en el club Ferrocarril Oeste plantea que el objetivo del psicólogo del deporte es la prevención y promoción de la salud del deportista y el mayor rendimiento posible a la hora de la competencia.
Además agrega que el eje no está puesto exclusivamente en los resultados, sino en la promoción del mayor número de jugadores al futbol profesional “la mayor cantidad y calidad de semillas posibles a cosechar”.
Por el otro lado, Benjamín, juvenil de las inferiores del club Comunicaciones, nos argumenta que su objetivo esta en llegar a jugar en la primera división y dedicarse a eso como profesión.
No ven a este entrenamiento como una sobre exigencia sino como el precio que debe pagar para llegar a tal objetivo, Benjamín nos cuenta, “yo voy a entrenar todos los días, es la única forma para llegar en estado físico para formar parte de los doce que entran en cancha, de otra forma ya sabes que comes banco” agrega
“Hace dos meses me fracture el brazo, a causa de eso perdí mi puesto, hoy me entreno hasta enfermo con tal de volver, y todo tiene sus frutos, este fin de semana juego de titular (entre risas)”.
También le preguntamos sobre las presiones que siente por parte de la familia, del entrenador y de los dirigentes.
“Papá me acompaña siempre, me lleva a los entrenamiento porque me voy antes del colegio y no me dejan salir solo, siempre cuando volvemos me dice que vio o que me faltó pero a mí me gusta, porque para la próxima intento corregirlo, no lo veo como una presión. Eso sí, los fines de semana cuando jugamos el siempre viene, me alienta desde afuera, me corrige, a veces me caliento y le contesto mal, pero otras lo escucho y presto atención. El entrenador es un copado, nos da duro con la física, pero sino ya sabemos que no aguantamos 80 min en cancha, nos quedamos sin piernas.
Cuando le preguntamos que quería ser cuando sea grande, nos dijo “y..yo voy a ser futbolista”.
La selección temprana en función de los resultados provoca una discriminación inaceptable e inútil. Este mecanismo aleja a la mayoría del disfrute, descartando a todos aquellos que tienen un ritmo de maduración, aprendizaje y desarrollo más lento. Hay que considerar que hasta los 12 0 13 años aproximadamente un niño no comienza a formarse física y motrizmente, Recién en ese momento está preparado para que lo agarre un entrenador, y si es bueno, que comience a hacer carrera. También hay que tener en cuenta que un niño de 9 a 10 años está completando su maduración y puede tener unos dos años de diferencia madurativa con otros de su misma edad. Entonces, un año el chico puede parecer con menor cualidad y al año siguiente juega bárbaro. Y los técnicos deciden quien está apto o no, cuando en realidad el niño esta aprendido.
A los chicos después de muchos años de sobre entrenamiento y dedicación prácticamente exclusiva la futbol, soñando con ser uno de los elegidos, les aguarda una salida frustrante, que poco o nada tiene que ver con el futuro soñado.
Y es en ese punto donde nos preguntamos si no están pagando un precio muy alto para acercarse a ser los ídolos del futbol, si realmente vale la pena sacrificar la infancia, la adolescencia, y la juventud, a cambio de una formación tan limitada y una promesas de éxito tan poco ciertas. Pero ¿y los chicos que? ¿Se piensa en ellos? ¿Alguien le pregunta lo que quieren, lo que sienten, como les gustaría hacer las cosas? ¿Cómo lograr que algo tan sano como la actividad deportiva no sea una carga que sus espaldas no puedan soportar?
La presión se vuelve algo cotidiano y todos, padres, hijos, entrenadores, árbitros y público pierden de vista el motivo por el que están jugando. La meta ya ni siquiera es el gol, la meta es llegar, ser el numero uno. La competencia como la que se suele ver en los partidos de torneos infantiles, la imponen y la exigen los adultos, los niños simplemente juegan.
Un grupo de niños que se entrena en un club corren a un ritmo constante, esquivan conitos para medir su destreza, cabecean pelotas, responden con ganas a las órdenes de los entrenadores. En muchos casos todo esto para ante un público muy especial; Sus padres, que se instalan como espectadores críticos, profesores, árbitros y hasta relatores de un juego infantil. Los padres durante el partido pierden el control emocional, por completo. Se habla de que ponen en toda la tensión de la semana en el juego de sus hijos, lo descargan con ellos. Se pierden p completo en ese laberinto futbolístico donde todos saben y en lugar de acompañar a sus hijos le indican cómo jugar. Tal vez, estos no se dan cuenta de la influencia que ejercen sobre los chicos, a una edad donde todo se absorbe von tanta facilidad.
Hoy las cosas han cambiado mucho, los torneos con tabla de posiciones duran varios meses y hasta se corre el riesgo de descender de categoría a los 6 o 7 años. Todo esto hace que el concepto de “jugar”, se haya modificado por el concepto de “trabajar”, en función de los intereses de los grandes y no de los chicos. Y junto con la competencia mal entendida comienza la discriminación de los menos hábiles. La tendencia a la profesionalización del fútbol infantil, en la que los niños reciben la mayor presión por parte de los adultos, involucra entre otros puntos polémicos, la propia salud de los pequeños futbolistas. ¿Quién se preocupa realmente por las exigencias que reciben los niños durante los entrenamientos que muchas veces no tienen en cuenta las distintas etapas de su desarrollo físico o psicológico? ¿Entrenamiento o entretenimiento? ¿Trabajo o juego?.
